Después de Las Ultracosas, un tableau vivant de cinco horas de duración, Cuqui Jerez preguntó a Óscar Bueno, músico e intérprete, si se atrevería a componer una banda sonora original para su siguiente proyecto.

Mágica y elástica es como una precuela de Las Ultracosas. Si en aquel cuadro vivo el objetivo principal era poner trabas a la creación con sentido visual, dinamitando cada acción escénica en el momento en que podíamos empezar a entenderla, aquí el interés por este espacio previo al discurso —el espacio donde reina la fascinación de lo ininteligible y la curiosidad— quiere ir un paso más allá. 

O un paso atrás, de hecho, porque en este espectáculo la curiosidad de las creadoras se centra en la relación específica entre música y cuerpo. Y esta relación siempre se ha dado y se da en la antesala de la antesala del sentido racional. ¿Qué pasa en el espacio perceptivo donde la experiencia primera de una música explota en sensación física y en emoción? ¿Y cómo hacemos para que este espacio sea perceptible para la audiencia?

Para que su investigación aterrice en el escenario, Cuqui, Óscar y el resto de colaboradoras de Mágica y elástica se han propuesto montar un musical. Un musical hecho de mil clichés y que se construye y se autodeconstruye al mismo tiempo. Elementos de vestuario, referencias sonoras, movimientos de cuerpos y de luces nos acercan a géneros escénicos o cinematográficos concretos, zanahorias para el cerebro que se mantienen siempre a la distancia justa. 

Dando vueltas no sobre lo que se dice, sino sobre el hecho de que algo pueda llegar a ser dicho y las fuerzas que operan en el proceso para llegar a ello, Mágica y elástica nos invita a perdernos en un lugar estético donde no se afirma nada. Hecho a partir de propuestas y fugas, y de motivos e imágenes que se agotan a sí mismas, en este no-musical predominan el juego, el accidente y la rareza.