Si habéis tocado alguna vez en un grupo de música, sabréis que los percusionistas son, de lejos, los más sufridos. Después de años de cargar y descargar baterías, bidones, ollas, tubos y toda clase de objetos que solo tienen en común el hecho de no poder ser transportados cómodamente colgados del brazo, Nilo Gallego ha ido alimentando las ganas de deshacerse de todos esos pesos y adentrarse cada vez más en la escucha y atención de lo que sucede a su alrededor.

«Todo lo que hacemos es música», decía John Cage, y Nilo podría añadir que el cuerpo en sí mismo es el instrumento. Y no solo porque podamos tocar ritmos con las manos o los pies, sino porque el simple acto de escuchar (¡qué misterio, escuchar!) es algo que hacemos con el cuerpo. Orelles voladores es un concierto de percusión en el que Nilo no toca físicamente ningún instrumento, sino que nos propone que formemos una orquesta de percusión exclusivamente con nuestros tímpanos, con la escucha como baqueta.

Cada cambio en la historia de la música nos ha enseñado nuevas formas de escuchar. Con el jazz descubrimos que una batería sonaba diferente si la tocábamos con una maza o con un pincel. Con la edición digital hemos aprendido a discernir sonidos que nuestro cerebro había aprendido a ignorar. En Orelles voladores, Nilo se deja atravesar por su experiencia como percusionista y sonidista, y nos propone buscar un nuevo solfeo y un nuevo sentido de la afinación, desde una sencillez y una honestidad extremas. Porque cada sonido que llega a nuestros oídos, rebotado y filtrado por todos los materiales que ha ido encontrando, nos cuenta una historia; una historia que vamos aprendiendo a ignorar a lo largo de los años y que esta pieza nos invita a recuperar.

Después del taller familiar que hizo el año pasado en el TNT, este año Nilo es residente y plasma sus vivencias y reflexiones en esta pieza que no solo nos invita a escuchar de otra manera, sino que también se pregunta qué significa ser intérprete, como también lo hacen Un cos sense talent de Monte Isla, Spooky de María Jurado o Analphabet de Alberto Cortés.