Nos hacemos muchas preguntas. ¿Qué puede un festival de artes escénicas ante la atrocidad sin precedentes que estamos presenciando día tras día? ¿Qué sentido tiene celebrarlo cuando se ha desencadenado el horror ante nuestros ojos? ¿Por qué no pararlo todo ante un genocidio inadmisible que vulnera gravemente los derechos humanos y el derecho internacional, y pone en entredicho las instituciones en las que hasta hace poco confiábamos?

Recientemente se publicó en un periódico un texto escrito por un joven gazatí, Nemr, en el que describía cómo, a veces, un rayo de sol por encima del humo de los bombardeos, una caricia de su madre o una sonrisa inesperada de su hermano, le provocaban un instante de paz. Cómo, en medio de la destrucción, seguían amando, compartían chistes, charlaban sobre cómo era su vida de antes. Si la población palestina, asediada, arrasada y humillada, es capaz de encontrar la esperanza, ¿cómo no hacerlo desde aquí?

El TNT se suma a la resistencia, a la resistencia optimista, a la lucha contra el desaliento, la frustración y la extenuación, a un intenso deseo de transformar tanto odio y crueldad en alegría. Nuestra voz se suma a los gritos atronadores que exigen el alto inmediato a este inaceptable exterminio masivo de una población inocente, a este abuso indiscriminado del fuerte sobre el débil.
Celebraremos el festival porque creemos que generar esperanza es nuestro deber.

Lo haremos para compartir el dolor, la frustración y la tristeza. Para compartir una herida irreparable que atravesará todo un siglo, y que nos resultará muy difícil explicar y soportar.

También para que no vuelva a suceder, porque nada está perdido, y siempre merece la pena continuar.

Celebraremos el TNT con osadía y mucha determinación. Para combatir el genocidio, sí, pero también para espantar la sombra que actualmente planea, como un buitre, por encima de nuestro mundo.

– Marion Betriu con la complicidad del equipo del Festival TNT