Las creaciones de El Conde de Torrefiel están innegablemente incrustadas en el fondo de nuestras retinas como parte de nuestro imaginario escénico. Tanya Beyeler y Pablo Gisbert siempre han observado de cerca las transformaciones que está viviendo nuestro mundo, a menudo antes de que demos con las palabras para describirlas. Con esta nueva pieza dan un paso adelante en la dirección que habían iniciado con Una imagen interior, y nos invitan a dejar de mirar, a frotarnos los ojos hasta que todo se vuelva borroso.

Vivimos en una era de exceso visual y nuestra relación con las imágenes es cada vez más tóxica. Si las redes sociales, la publicidad y la inteligencia artificial vomitan imágenes como churros, ¿qué sentido tiene que el teatro contribuya a esta hipertrofia constante? Tanya lo tiene claro: «Entregarse a esto es un suicidio». Por eso esta pieza insiste en la necesidad de huir de las superficies aceitosas y del olor a fritanga para recuperar la esencia del lenguaje teatral: el tiempo, la palabra y la presencia. «Generar un conflicto en la imagen desde el discurso teatral es necesario para pensar cómo debe ser el teatro del futuro», remata Tanya.

La luz de un lago sigue sosteniéndose en la tensión entre imagen y texto que caracteriza a la compañía, pero quiere difuminar aún más lo que se ve, indefinirlo, buscar las imágenes que aparecen cuando no vemos nada. Y es el sonido el que nos guía a tientas. Uno por uno, los fantasmas emergen como las sombras de una película proyectada dentro de nuestra cabeza, una cascada de historias de amor que centellean como gotas de agua en un lago. Allí donde la luz pierde toda claridad y resplandor un instante antes de desaparecer para siempre. Como lágrimas bajo la lluvia.

Como dice Marta Azparren en Cine ciego, deberíamos hacer una huelga visual. Otros creadores que seguramente se unirán son Nilo Gallego (Orelles voladores), Jou Serra (Range in between) o Norberto Llopis Segarra (La operación), cuyas piezas huyen de la representación para adentrarse en actos de imaginación radical.