Mitad filósofo y mitad coreógrafo de las palabras, Norberto Llopis Segarra es un performer centáurico que lleva tiempo cuestionando los límites de la escena y del hecho teatral. En el TNT 2022 hizo que la cabeza nos bailara como una peonza con La doble sesión, una pieza paradójica e hilarante que demostraba que el tiempo puede ser más engañoso que una cinta de Moebius, digan lo que digan los relojeros. Fruto de su residencia en el TNT de este año, nos invita una vez más a entender el lenguaje y la escena como un conjunto de operaciones desestructurantes.

Una operación puede ser quirúrgica, militar, financiera, matemática o lingüística, pero también artística, y comprender una operación en un sentido artístico puede significar intervenir en una determinada forma de mirar. O tal vez signifique lo contrario: mirar una cierta forma de intervenir. O amanerar una mirada. O determinar una intervención para que pueda ser mirada. O todo lo contrario: la realidad no es rígida y el lenguaje es el cemento que la mantiene unida. O todo lo contrario: el lenguaje es la mejor manera de disolverla. Como un terrón de azúcar. Y quién mejor que Gertrude Stein para jugar así con las palabras. Una operación es una operación.

Gertrude Stein es la figura central de esta pieza, donde el texto cobra mucha importancia, no como obra escrita, sino como juguete, como excusa para saltar constantemente del sentido a la forma, del sonido al significado. «Repetiré cosas», avanza Norberto. Y es que la repetición es uno de los superpoderes de esta autora, desde una actitud juguetona e infantil que se traslada a sus poemas. No se trata de hacer algo, sino de ir haciendo. Y ver adónde nos lleva.

Esta actitud parte de una reflexión sobre el género que también encontramos en piezas como Pai para jantar de Gaya de Medeiros o Range in between de Jou Serra: el género como un sistema operativo (nunca mejor dicho) que afecta también a nuestra forma de acercarnos al arte y al teatro. ¿Y si la presencia es una idea masculina? ¿Y si el concepto de acción es un gesto patriarcal? ¿Desde dónde podemos cambiar nuestra forma de percibir?