Cargado de chatarra hasta las cejas, arrastrando un comercio milenario de pueblo en pueblo y de plaza en plaza, montando y desmontando retablos efímeros todos los días, sumando poco a poco kilómetros a un viaje hacia ninguna parte. Monte Isla, que en TNT 2022 asumió el reto de encajar un paisaje dentro del teatro, apuesta ahora por embutir todo lo que se pueda en una furgoneta y dedica su nueva creación a la figura del titiritero: un constructor obstinado con ficciones en un mundo que no las pide, un vendedor de humo en tiempos de aires acondicionados, un cuerpo invisible que carga sobre sus hombros el peso simultáneo de la precariedad y la tradición.

Abrochaos el cinturón y preparaos para uno de los espectáculos más fecales que seguramente hayáis visto últimamente. Un cos sense talent es una muestra de humor indigesto y metáforas crueles sobre cómo sobreviven los artistas, vomitando confeti y bailando en un campo minado. El dolor de barriga y la defecación actúan como maestros de ceremonias de un juego de teatro dentro del teatro, donde la rueda de hámster a la que se ven abocadas muchas artistas queda equiparada poéticamente a un retorcijón de tripas. Algo huele mal en Dinamarca.

Podríamos pensar que Monte Isla, con su preocupación por la creación de imágenes escénicas memorables —que ya guiaron su Trilogia del Paisatge—, está tomando el camino inverso al de El Conde de Torrefiel, que, con La luz de un lago, ha decidido apostar por la sobriedad y el rechazo de la visualidad en un mundo saturado de imágenes. En realidad, Un cos sense talent parte del mismo diagnóstico y la explosión visual a la que nos invitan recuerda más a la de aquellos comensales sobrenutridos de los Monty Python. Detrás de la ilusión del teatro y del entretenimiento nos acecha el fantasma del burnout. It’s a kind of magic.

Con esta reflexión sobre las condiciones existenciales del artista y el pacto tácito con el público que lo mantiene en la sombra y en el anonimato, Monte Isla se suma a una preocupación de la que también se hacen eco propuestas tan diferentes como Un xai ha creuat el desert de Núria Corominas, Analphabet de Alberto Cortés o Mucha mierda de Elena Carvajal.